sábado, 13 de mayo de 2017

GRAMSCI, LA VIRGEN DE FÁTIMA Y LA REVOLUCIÓN CULTURAL (PARA MEDITAR)

Hace unos veinte años, cuando era apenas un joven estudiante de abogacía, escuché por primera vez al Padre Alfredo Sáenz, SJ, hablar acerca de “Antonio Gramsci y la revolución cultural”.

Recuerdo que fue tal la fascinación de las ideas del intelectual italiano que, al terminar la conferencia, me acerqué al paciente jesuita y con todo mi entusiasmo juvenil, le dije:
– “Padre: ¡yo quiero hacer eso que dice Gramci pero al revés! ¡La contra-revolución cultural!
Ni lerdo ni perezoso, el jesuita, tomando un libro, me dijo:
– “Para eso debes comenzar a leer y escribir…”.
Y ahí nomás me dio mi primer libro para recensionar en la Revista Gladius: “La tiranía de la información” de Ignacio Ramonet, recuerdo.
Con el tiempo, nuestros límites y nuestras fallas, a eso hemos intentado dedicarnos en el ejercicio del ministerio sacerdotal, como parte de ese munus docendi (esa “carga de enseñar” que todo clérigo tiene); ¡y cuánto nos gustaría que fueran legión los que se dedicaran a esto en el ámbito católico!
Pero…, ¿qué decía Gramsci? Recordemos sólo algunas líneas a partir del texto del Padre Alfredo:
“El sentido común es la filosofía de los no filósofos, es decir, la concepción del mundo absorbida acriticamente por los diversos ambientes sociales y culturales en los que se desarrolla la individualidad moral del hombre medio”.
“Las ideas y las opiniones no «nacen» espontáneamente en el cerebro de cada individuo: han tenido un centro de formación, de irra­diación, de difusión, de persuasión, un grupo de hombres o incluso una sola individualidad que las ha elaborado y las ha presentado en la forma política de actualidad”.
Porque es imposible –nos decía el padre Sáenz- que el conocimiento, la cultura, broten desde aba­jo, desde las masas. La autoconciencia crítica sólo se explica histórica y políticamente por la aparición de una élite de intelectuales: una masa humana jamás se “distingue”, jamás se hace independiente “por sí misma”, sin organizarse, al menos en sentido lato, y no hay organización sin intelectuales, o sea, sin organizadores y dirigentes; es menester que el aspecto teórico del nexo teoría-práctica se precise concretamente en un estrato de personas “especializadas” en la elaboración conceptual y filosófica.
La receta de Gramsci es clara: conquistar “el mundo de las ideas”, para que lleguen a ser “las ideas del mundo”.
                                                                                                        Que no te la cuenten…

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